miércoles

El poder de la palabra

No, lectores, no teman tras las primeras páginas de Nasrudín y su asno un sufrimiento similar al hiperrealismo de "El ladrón de bicicletas", no. No soportaría en mi estado la exhibición de un dolor tan crudo y la impotencia de un protagonista así. Hay una familia modesta, sí, y un robo a traición, también, pero les prometo que no encontrarán la pasividad del mundo y esa horrible sensación de contemplar una injusticia irremediable.

Nasrudín es más sabio que eso. Cuando le roban su asno en el mercado acude al más poderoso sortilegio, al más fuerte estratagema: el uso de la palabra. Es precisamente en la caradura del pequeño y su capacidad imaginativa donde nace el encanto de este libro.

La crudeza de la historia, a la vez que el talento increíble de su protagonista, quedan bellamente ilustrados por Rébecca Dautremer. Qué suerte apodera Odile Weulersse al contar con las mágicas sombras de esta ilustradora y sus preciosos rojos y blancos. Si ya conocíais la fuerza de esta maravillosa artista de nuevo aquí encontraréis la mágica luz de la tarde entrando a jugar con los enrejados o colarse por las puertas de las casas para acariciar las superficies con respeto de caricia.

Quizá Guisantito acierte con los años a apoderarse del lenguaje con la misma precisión y astucia que su padre, quizá como otro niño que conozco sea capaz de lograr con la palabra ya en el patio del recreo trueques enormemente beneficiosos. Qué sabré yo de cómo usará la palabra mi pequeño. Lo que sí desearía es que ciertos vocablos desaparezcan de su vida. ¿Podré arrancarle yo de su camino palabras como "dolor" o "tristeza"? Lucharemos por ello, pequeñín, ya verás cómo esas palabras dejan sólo polvo y sombra debajo de otras como "noria", "playa" o "estribillo". Conjugaremos la felicidad, chiquitín, la convertiremos en un verbo imperativo. ¿Qué me dices, pequeño?






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Nasrudín y su asno
Odile Weulersse y Rébecca Dautremer
Edelvives, 2007

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